21 octubre 2005

Los complejos y traumas de Rodriguez Zapatero


Bien. Hoy, para variar un poco, vamos a "jugar al psicólogo" con nuestro Mr. Bean particular. Comencemos...

Lamentablemente, día tras día, vemos una y otra vez nuevos ejemplos de que Rodríguez Zapatero tiene serios problemas o trastornos psicológicos, y es que como se dice castizamente, a este chico le falta un "hervor".

Primero, cuenta con un importante problema de inseguridad -demostrado constantemente ante sus amigos periodistas afines- debido a que se trata de una persona que cuenta con una formación muy precaria para el puesto en el que las bombas tristemente le han colocado. Por ejemplo, apenas entiende conceptos básicos de economía y macroeconomía, su visión de la literatura y de la historia nacional e internacional es bastante limitada y a todas luces sesgada e incorrecta, no conoce ningún idioma que no sea el español, y por si fuera poco Rodríguez cuenta con una ideología que no ha evolucionado desde sus tiempos de instituto cuando vivía en su provincia con la paga de papá.

A todo ello hay que añadir que tiene un verdadero trauma por el fusilamiento de su abuelo en la guerra civil -como muchos otros abuelos y bisabuelos, de ambos bandos-, además de estar ciertamente marcado por la influencia a todas luces exagerada de su mujer -Sonsoles- en asuntos, no sólo particulares y domésticos -cada uno es libre obviamente-, sino también en asuntos de carácter político y de gobierno que rozan la irresponsabilidad y la incompetencia -increibles sus suspensiones de reuniones internacionales con gobernantes o con presidentes de multinacionales inversoras, simplemente porque a su mujer no le gusta que duerma fuera de casa-, con lo que sufre de complejos de todo tipo -no sólo por su imagen-.

Con todos sus traumas, complejos e inmadurez, Rodriguez está encaminando a este país y a sus gentes por una senda de “guerra-civilismo” desastrosa, desenterrando cadáveres -sólo de un bando, claro-, retirando viejas estatuas, atacando a la Iglesia -de esos malditos curas gordos, de carrillos hinchados y con sotana negra que ve en sus estereotipadas ideas-, enconando a la opinión pública, dinamitando el espíritu de la transición, ocultando vergonzosamente el espíritu de Ermua, y en general acabando con todos los demás espíritus surgidos para la convivencia pacífica y de concordia -claro, es que la palabra espíritu suena muy religiosa-.

Sin duda Rodríguez Zapatero está psicológicamente obsesionado con ganar una vieja guerra civil que supuestamente él y su abuelo perdieron, pero claro, haciéndolo setenta años después. Guerra que nuestros padres y nuestros viejos políticos sabiamente “enterraron” en los años setenta para marcar un nuevo inicio en este país, un camino de tolerancia y democracia que ha hecho que España avanzara en todos los ámbitos mucho más de lo que había avanzado en ciento cincuenta años hasta situarse en lo que somos ahora -o al menos en lo que éramos hace un año y medio-. Pues bien, Rodriguez y la caterva de incompetentes -y malvados- de los que está rodeado, siguen la línea de desestabilizar, crispar y llamar al timbre para hacer que salgan de nuevo a la luz esos pequeños reductos de colectivos franquistas con sus polvorientas banderas preconstitucionales que todavía quedan -cada uno con sus ideas-. Son cuatro, sí, pero en la televisión y en los periódicos dan mucho juego con sus banderas, y así Rodriguez y su pandilla -sonrientes en el fondo por haberlo logrado-, pueden clamar a los cielos y mesarse los cabellos, gritando “¿véis?, miradlos... ahí están los fachas”, ya os lo decíamos. Rodriguez en su discapacidad cree ser el salvador del mundo, un mundo que por definición ha de ser “progre”. El mundo de los buenos y de los malos... pero claro, los malos son los otros, los buenos las izquierdas -incluyendo las del frente popular, las de las checas-. Los malos los que no creen en la izquierda trasnochada. Que bien.

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